Desde la visión cristiana que nos inspira, entendemos a la persona como un ser en relación que va construyendo su mundo desde la vinculación con los demás.
Creemos que el mundo será mejor si formamos personas capaces de organizar y diseñar proyectos de vida, considerando diversos aspectos, como los históricos, sociales, políticos, culturales, geográficos, ambientales, económicos, académicos y afectivos, con iniciativa para llevarlos a cabo.
El ser humano es un espíritu encarnado que busca incansablemente el sentido de su vida: "nos hiciste Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti". Es una unidad eco-bio-psico-socio-trascendente en proyecto de realización a través de las relaciones éticas.
Por lo tanto vive en la tensión por el compromiso y la responsabilidad. El entorno es su medio de realización y su cuerpo es el instrumento de comunicación y ejecución en el mundo.
Reconocemos también que es un ser de potencialidades enormes, que puede trascender su situación para buscar mejores formas de existencia.
Para ser plena, esta existencia no está alejada del compromiso consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Por eso el ser humano ha de aprender continuamente cómo relacionarse, cómo encontrarse y cómo hacerse comprender. Es aquí donde inicia la transformación y construcción de la persona humana.
En nuestra visión antropológica tenemos, como eje de crecimiento humano, que las personas sean capaces de tomar decisiones y asumir consecuencias; enfrentar los riesgos y la incertidumbre; plantear y llevar a buen término procedimientos o alternativas para la resolución de problemas, y manejar el fracaso, la desilusión y la utopía que impulsa a caminar.